Cuentos y nocuentos (Zgodbe in nezgodbe, 2016), de Lila Prap
Es un libro de cuentos nonsense en el que están incluidos los dos cuentos traducidos, “Del muchacho que no quería estudiar” y “La tierra en el médico”. El primero procura motivar al estudio a través de una historia humorística sobre cómo la falta de ganas de estudiar puede terminar en un salto mortal. En “La tierra en el médico”, el planeta Tierra va al médico y le cuenta todo sobre sus problemas. Termina volviendo con una bolsa de medicamentos. Pero ¿le servirán?
Del muchacho que no quería estudiar
Había un muchacho que no quería estudiar. En lugar de resolver problemas matemáticos, hacía avioncitos de papel y los tiraba por la clase. Cuando el profesor explicaba cosas importantes en Conocimiento del Medio, el chico miraba fijamente el techo y contaba moscas. Y prefería mucho más pegar chicles en los pupitres y las sillas a aprender poemas y escribir dictados.
Así, el muchacho tenía la cabeza cada vez más vacía y, cuando fue a la playa en verano, descubrió que no podía sumergirse en el agua. ¡Se le había acumulado tanto vacío en la cabeza…! El muchacho no se tomó esto demasiado a pecho y siguió sin querer estudiar.
Pronto empezó a ocurrirle de vez en cuando al caminar que se elevaba por el aire algunos centímetros. Esto tampoco le causó al muchacho mayores preocupaciones. ¡Todo lo contrario! Estaba muy orgulloso de cosechar los entusiasmados aplausos de sus compañeros con unos brincos cada vez más altos.
Un día, quiso ejecutar un salto mortal realmente exigente frente a los curiosos y a causa del vacío el viento lo levantó alto y se lo llevó, nubes incluidas, a un lugar desconocido.
La tierra en el médico
Un buen día, la Tierra decidió ir al médico.
—¡Pero bueno, mira, la señora Tierra! —se extrañó el médico—. ¿Y qué le trae a usted a la consulta?
La Tierra se revolvía inquieta en la silla y no sabía por qué parte empezar a enumerar sus problemas para no olvidar nada.
—¡Bueno, para empezar abra la boca y veremos inmediatamente qué le aflige! —ordenó el médico.
La Tierra abrió obediente la boca y echó por ella toda una nube de vapor.
—Veo que está bastante caliente —constató el médico mientras se secaba las gafas empañadas.
—Sí, sí —se quejó la Tierra—. Me sigo cociendo por dentro, pero, con los años, los peores calores han remitido mucho. Últimamente me causa bastantes más problemas el terrible mareo que tengo de girar sin parar. Hasta se me nubla la vista y me sale agua a chorros de cada poro. De cuando en cuando, incluso vomito lava o tiemblo como un flan. Tengo unos sabañones horribles en la cima de la cabeza desde hace siglos y alrededor de la cintura tengo tales quemaduras que se me han caído todos los árboles. ¡Y la lata que me dan los gases…!
—Bueno, eso no es nada crítico para su edad —habló sabiamente el médico—. ¡Mire el resto de planetas, a qué problemas se enfrentan todos!
—¡Ya, pero todo lo que le he mencionado no es nada en comparación con las preocupaciones que me causa la plaga que se me ha expandido por la piel en los últimos milenios! —continuó desesperada la Tierra—. Me agujerean, me explosionan cosas y derraman sobre mí todo tipo de venenos y me pica todo el cuerpo. ¡Y lo que contaminan el aire…! ¡Ya no puedo ni respirar bien!
—Una enfermedad verdaderamente terrible —El médico se rascó detrás de las orejas.
—Señor doctor, se me han juntado tantos problemas con los años que apenas puedo plantarles cara. Pero, ¿qué le vamos a hacer? El trabajo es el trabajo —recordó la Tierra, y salió girando de la consulta del médico con todo un montón de recetas.
Pero, ¿de verdad le ayudarán los medicamentos?





