Cortometraje sobre la tormenta, de Samanta Kobal
Tomaž, de dieciséis años, lleva una vida de adolescente normal: le gusta mirar por la ventana durante las horas de clase y salir con sus amigos. Cuando una familia de Roma se muda a su bloque, conoce a Teresa, que se convierte en su compañera de clase y con la que no tarda en intimar.
Las cosas se complican cuando resulta que Teresa es seguida por una banda de matones intolerantes. De repente, Tomaž y sus amigos se ven obligados a reflexionar sobre cuestiones que antes creían no estar preparados para abordar. ¿Qué es la intolerancia, qué es la amistad, cómo superar el miedo y qué significa actuar con responsabilidad? La historia de suspense sobre el crecimiento en un entorno esloveno fronterizo está hábilmente aderezada con el uso del italiano y el habla dialectal.
El ojo curioso de la cámara sigue el movimiento de los árboles. Desde la totalidad, la vista se desplaza de la masa arbórea al primer plano, donde asoma un haya alta y nudosa. Nada escapa a la mirada. Observa con calma, fija la mirada en el objeto de observación. Con una mirada que no escatima esfuerzos, recorre la corteza estampada del árbol. Parece tocarlo. La mirada del ojo se pasea por el tronco, que comienza a ondular suavemente al abrazo del viento. Desde lo alto, llega a nuestros oídos el melodioso susurro de una copa que aún no podemos ver. Nos preguntamos de dónde viene ese sonido. Nuestros ojos quieren ver. Y la cámara escucha. Mira hacia arriba, hacia las copas de los árboles que danzan, parpadeando susurrantes en todas direcciones, susurrando suavemente la canción del viento. Se oye un crujido inaudible y una diminuta hoja amarilla cae al aire y revolotea hasta el suelo. Un ojo que todo lo ve sigue su silencioso viaje. Por un breve instante, la hojita es el protagonista de la historia. Cuando aterrice en el suelo, será una más de las que han atravesado el marco y han continuado siguiendo su vida.
El ojo vuelve su mirada hacia arriba, inesperadamente, en un ritmo insospechado de tensión creciente. Alguien grita…
«¡Tomaž!»
«¿Qué? ¿Sí?», como si alguien me hubiera golpeado en el estómago con una voz, me salgo de la película y vuelvo a la realidad escolar.
«Tomaž, vuélvete hacia mí, por favor. … Tomaž, te estoy hablando».
Fuera una tormenta, en mi cabeza un terremoto. Quiero taparme los oídos y cerrar los ojos.
«¡Tomaž, deja de mirar por la ventana y vuélvete hacia mí! La clase te está esperando. Por ti he interrumpido la explicación. Algunos quieren saber cómo se forma una célula. Qué es una vacuola, un cloroplasto, una mitocondria… ¿Te das cuenta de que estás interrumpiendo la clase? Por última vez te digo que te dirijas a la pizarra y sigas la explicación».
«Voy a abrir la plataforma de eAyudante, Tomaž. Voy a solicitar una lección injustificada al profesor de la clase».
Mi cabeza tamborilea insoportablemente. Necesito urgentemente salir del aula. ¡Fuera! ¡Al aire! La película ha terminado, y la ilusión también. Profesor, hay mucha biología ahí fuera ahora mismo.
«¡O! El chico se ha movido.»
Voy a salir. Me levanto, cojo mi mochila y me voy.
«¿Adónde vas? … Sí, por supuesto, haga loque le dé la gana, señorito, váyase fuera del aula. ¡Tendrás un castigo injustificado! ¡¿Pero te das cuenta de que este será tercero de mi parte en este mes?! ¿No? ¡Nada! ¡Silencio! ¡Como quieras! Como quieras. Tu actitud demuestra de lo que estás hecho. Ni siquiera te atreves a mirarte a los ojos y decirme qué pretendes».
El tamborileo de las rocas al caer ahoga los reproches dela profe.
«Profe, tengo que salir, tomar el aire. Esto es sofocante. Es como si algo me sujetara por el cuello», murmuro, abriendo apresuradamente la puerta y corriendo al aire libre. Fuera, hacia la tormenta que se avecina, que sin duda promete más que una lección de biología de la profe Černuta, que no puede ni quiere entender que yo sea así, que me guste mirar por la ventana cuando mi cabeza bulle de datos, tareas, peticiones y dobles signos de exclamación.
Tras unas cuantas respiraciones profundas hasta el fondo de mis pulmones, envío un mensaje a Nejc e Iván diciéndoles dónde les esperaré.
Delante de la Rosaleda, ¿de acuerdo?
Sin Nejc e Ivan, me costaría mucho enfrentarme a la vida. Seguro que me la arreglaría, pero echaría de menos el arco iris, porque probablemente todo sería blanco y negro a mi alrededor.