La gallina gigante (Kokoš velikanka, 2021/2007), de Desa Muck
En La gallina gigante vas a descubrir que no es pura coincidencia que Eslovenia tenga en los mapas la forma de una gallina. De hecho, esta historia empezó en los tiempos de los dinosaurios, cuando Mimi, una gallina gigante, vivía en el territorio de Eslovenia.
En un tiempo muy, muy remoto, cuando los dinosaurios arramblaban con todo alrededor, todo era más grande que hoy en día. Preguntad a quién queráis. El helecho, por ejemplo, era más alto que cualquier árbol que conozcamos hoy. El diente de león también. Pero las personas eran casi la mitad de lo que son hoy. También algunos animales actuales eran pequeños entonces. Por ejemplo, el caballo era tan grande como un gato. Sin embargo, algunos animales domésticos que hoy son de un tamaño totalmente normal eran realmente enormes, muchísimo más grandes. Probablemente diréis que nunca se han encontrado restos de, por ejemplo, cerdos o vacas gigantescos, tan grandes como una montaña. ¡Claro que no, porque las personas se los comían y con sus huesos fabricaban herramientas! Uno de los animales domésticos más grandes y más queridos era la gallina.
En un pequeño país que hoy se llama Eslovenia vivía una gallina gigante de nombre Mimi. Todavía hoy se dice que era la gallina más grande del mundo. Era tan grande como Šmarna Gora, un alto monte en las afueras de la capital actual, Liubliana. La gallina vivía cerca de allí. Era de color blanco, tenía una preciosa cresta roja en la cabeza que brillaba al sol todo a lo lejos y tenía unos amables ojos marrones. Era un animalito pacífico y asustadizo. Rebuscaba con paciencia semillas de helecho, que eran tan grandes como una pelota de fútbol y no era nada agradable si te caían en la cabeza. Pero lo que más le gustaba era sacar lombrices kilométricas de debajo de la tierra, y siempre andaba mascando algo tan tranquila.
Así, vivía contenta. Los problemas solo aparecían cuando nevaba. Entonces, Mimi, melancólica, se ponía de cuclillas en medio de la llanura y, si no fuera por la cresta roja en lo alto de su cabeza, se pensaría que era un monte nevado. Las personas que vivían en las cercanías le llevaban semillas de helecho que guardaban para ella. En realidad, no sabían aún qué harían con ella, pero suponían que, al igual que el resto de animales domésticos, sería de más provecho tras morir. Mimi les daba las gracias por los granos con un cariñoso cacareo.
Un invierno estaba siendo especialmente duro. La gente se sentaba alrededor del fuego en sus hogares y ni asomaba la nariz por la puerta. Mimi entendió que lo tendría crudo con este frío. Alzó su imponente cuerpo y se dispuso a buscar refugio. Se encaminó hacia el litoral, puesto que, como ave que era, presentía que allí haría más calor. Por suerte, la nieve se había helado tanto que no se hundía bajo sus patas, pero, por ello, se resbalaba mucho. Rodaba y se escurría, gritando alterada. Hacia la noche se levantó una tormenta de nieve. El gélido viento penetraba bajo su cálido plumaje y la cresta roja de su cabeza estaba cubierta de hielo. Parpadeando, miraba alrededor en busca de refugio. De repente, divisó la entrada a una gran caverna. Hoy la llaman Cueva de Postojna, pero en estos tiempos muy, muy remotos de antes de la Edad de Hielo, le decían de la Gallina. Veréis por qué… Mimi se dirigió a la cueva con sus últimas fuerzas e intentó meterse en ella. Empujaba y empujaba, pero se había quedado atascada. Consiguió forzar la cabeza y el tronco dentro de la caverna, pero el trasero se le quedó fuera. Así, asustada y con la cola aterida de frío, clavó los ojos en la oscuridad, esperando su amargo final.
Unos días después, las temperaturas subieron un poco. La gente se puso pieles encima y se dirigieron a buscar alimento. Vieron cómo el enorme trasero de Mimi asomaba de la caverna. De su cola colgaban carámbanos de hielo. La rodearon y cavilaron sobre cómo sacarla de ahí. Mimi los oyó y un cacareo lastimero y prolongado salió de la caverna. Ataron cuerdas alrededor de sus patas y tiraron, pero no se movió ni lo más mínimo. A alguien se le ocurrió que podrían hacerle cosquillas. Aparte de una débil risa que se oyó desde la cueva, no ocurrió nada. Entonces, a alguien se le ocurrió que podrían pulir la piedra para que fuera más afilada. Así nació la primera herramienta, con la que esculpieron la bóveda de la cueva que sujetaba fuertemente a Mimi. Trabajaron un largo rato, hasta la noche. Tenían que trabajar con mucho cuidado de no herirla. Por fin picaron tanta piedra que Mimi pudo respirar tranquila. ¡Por fin pudo salir a la superficie! Hizo reverencias a la gente y cloqueó feliz.
Acompañada de la tribu que la había rescatado, volvió a su nido, que se alzaba en medio del campo como un barco gigantesco. A partir de entonces, Mimi ya no tenía miedo de las personas. Pasaba el tiempo pensando cómo darles las gracias. Y se le ocurrió algo. Convirtió los prados en tierras de cultivo, arando con su pico y desmenuzando la tierra con sus garras. Les daba las plumas que se le caían. Una familia entera podía refugiarse de la lluvia y el sol bajo una sola pluma. Una vez, escondió bajo sus alas a un pueblo entero de sus enemigos. También almacenaban bajo sus alas odres de cuero con frutas y agua, puesto que ahí tenían la temperatura justa para que la rica bebida hirviera. Cuando la gente se iba a cazar o tenían que hacer otros recados, Mimi cuidaba de sus niños. Los levantaba muy alto con el pico para que gritaran de alegría. A unos pocos les daba miedo, pero sabían que la gallina no los soltaría y los devolvería al suelo sanos y salvos. Así, la tribu eslovena y la joven gallina Mimi vivían felices y en paz.
Un tiempo después ocurrió algo increíble. Mimi puso un huevo, para grandísima sorpresa suya,. Era el primer huevo de su vida y no tenía ni idea de cómo había podido ocurrir ni qué era esa cosa que había salido de su trasero. No conocía otras gallinas que le dijeran cómo iban estas cosas, pues era la única gallina gigante en esta parte del mundo. De primeras, pensó que había hecho caca. Corrió avergonzada alrededor del enorme huevo, grande como una casa, y cacareó asustada hasta que llegó corriendo la gente para ver qué pasaba. En cambio, la gente supo de inmediato que se trataba de un huevo, aunque fuese tan grande. Ya lo habían visto con otras aves. Lo admiraron y elogiaron a Mimi por poner un huevo tan grande y lindo. Esto calmó a Mimi. Cuando la gente se marchó, lo observó largo rato. Después de un tiempo, se dio cuenta de que el huevo le gustaba. Le gustaba mucho, mucho. Luego, se dio cuenta de que nunca había visto nada tan lindo. Nada tan blanco, nada tan liso ni nada tan suave. Sintió lástima por el huevo, frágil y completamente solo en el mundo. Le pareció que tenía frío, por lo que se sentó tiernamente sobre él para calentarlo.
Durante los días siguientes, Mimi cambió por completo. Se sentía tan unida al huevo que no quería dejarlo solo nunca más. Se empezó a preocupar por él, tenía miedo de que alguien le hiciera algo. Empezaba a gritar con todas sus fuerzas si alguien se le acercaba. Cacareaba tan alto que las ramas del cercano bosque se rompían. Una vez, a causa de ello se desprendió un gran trozo de una montaña de las cercanías, y al lugar donde ahora se abre el vacío lo llaman hoy Collado Kamnik. Ahuyentaba a los dinosaurios batiendo las alas, y hasta los más sanguinarios temían la ira de la imponente gallina. Tampoco dejaba ya acercarse a las personas. Gruñía nerviosa cuando se acercaban. Solo dejaba el huevo cuando iba por alimento, pero volvía rápido.
Las personas observaban lo que ocurría y pensaban que era una pena que un huevo tan hermoso y grande no alimentara a toda la tribu, bien frito o en tortilla. Llegaron a la increíble conclusión de que las gallinas no eran útiles solamente tras su muerte, y no por arar sus tierras y cosas parecidas, sino porque daban huevos a las personas. Hablaban mucho de todas las cosas que podrían hacer con él y cada vez se les hacía más la boca agua. Y, además, que… les debía el huevo, ¡que el invierno pasado le habían salvado la vida! Así, decidieron quitarle el huevo a Mimi. Una noche, llegaron sigilosamente hasta ella e intentaron con cuidado sacarle el huevo de debajo. Al instante, abrió los ojos y se abalanzó sobre ellos. Las personas se asustaron del gigantesco y afilado pico que se dirigía directamente a ellos y huyeron.
Entonces, el más anciano de los aldeanos recordó que antiguamente contaban que una lombriz gigantesca, tan larga como el río Sava, vivía junto al lago de Cerknica. Se les ocurrió atraerla con él y alejarla del huevo. Llegaron rápido hasta allá, en dos días de caminata, pero para volver caminaron hasta siete días. ¡Resulta que tuvieron que uncirlo a unas cuerdas y cuarenta hombres tuvieron que tirar de él! Mimi divisó ya de lejos la kilométrica lombriz. ¡Nunca había visto un bocado tan grande! Se lanzó fuera del nido y se apresuró hacia él. Corrió alrededor de la lombriz, que había empezado a escarbar para volver a la tierra, y lo intentó agarrar con el pico. Tiraba de él para todos los lados, y tuvo tanto trabajo con él que por un rato olvidó las obligaciones de gallina que la esperaban en el nido.
Así, no se dio cuenta de cómo unas personas hacían rodar el huevo en silencio desde el nido hasta el bosque. Allí, antes, habían prendido fuego a una buena parte del bosque. El fuego ya se iba extinguiendo y planeaban hacer una tortilla gigantesca sobre las brasas. Mientras lo hacían rodar, de repente, el cascarón empezó a resquebrajarse, el huevo comenzó a temblar y, después, se rompió con gran estruendo. Las personas se apartaron aterrorizadas. El cascarón se partió en dos y apareció un pollito gigantesco, aún totalmente húmedo y casi desnudo, y empezó a piar desesperadamente.
Mimi soltó de inmediato la lombriz y se echó a correr hacia su niñito. Así, pateó los campos, pisando las moradas en las que vivían las personas. Estas, aterrorizadas al ver cómo se les acercaba a toda velocidad la airada gallina, salieron huyendo en todas las direcciones. Pero Mimi no se preocupaba de ellos, solo tenía ojos para admirar al ser que acababa de salir del huevo. Se dio cuenta de que todo el tiempo había sabido que era él lo que se escondía en el huevo. Le acarició tiernamente la cabeza con el pico y lo apretó bajó el ala con amor. Entonces, con la cabeza alta y una mirada amenazante, para que todos supieran que con ella no se bromeaba, se marchó lejos. El pollito la seguía con un gracioso tambaleo. Se fueron del país, a un lugar desconocido, y nunca más volvieron.
Cuando desaparecieron por el horizonte, sopló el viento y el incendio se propagó de nuevo por el bosque. La gente utilizó muchísima agua del río Ljubljanica para apagar el incendio, por lo que en el lugar se formó un lago, al que llamaron Pantano de Liubliana. Tuvieron que hacerse viviendas sobre pilotes e iban de una a otra en barcas hechas de troncos de árboles ahuecados. Muchos de ellos grabaron sobre la entrada la imagen de una gallina. Extrañaban a Mimi y hablaban mucho de ella. Algunos contaban que aquella vez en la que se quedó atascada en la cueva vieron un gran gallo huir lejos. Y los viajeros que llegaban al país decían que se habían cruzado con una gigantesca gallina blanca con un lindo pollito amarillo y que parecían muy felices.
Poco después, otras tribus empezaron a poblar las cercanías. Se peleaban con ellos por la tierra. Pero, lamentablemente, ya no estaba Mimi para defenderlos. Como les robaron un poco de territorio por cada lado, Eslovenia fue tomando la forma de una gallina huyendo, la cual todavía tiene actualmente. También se dice que en algún lugar de la gran gallina eslovena se esconde bajo tierra un huevo de oro. Quien lo encuentre, traerá al país la paz eterna y la prosperidad.