El haditerrible y el invierno salvaje, de Jana Bauer
Arma jaleo, alborota, grita, malcría a los jóvenes y dice muchas palabrotas. Así es como el erizo más gruñón del Bosque Furioso describe el haditerrible cuando esta llega al bosque. Lo que al principio puede parecer un ser extraño, se convierte en una gran amiga de todos los animales. No es raro, entonces, que la echen mucho de menos, tanto que deciden ir a buscarla. La vuelta del haditerrible al Bosque Furioso descrita en El haditerrible y el invierno salvaje trae consigo varias nuevas aventuras: conoceremos al monstruo de los monstruos, a una ardilla aprovechada de sombrero rojo y una piedra mágica. Lucharemos junto a los habitantes del bosque contra la superstición, las dudas, los celos y el ombliguismo.
La aeronave
—Vine a tomar una taza de te —dijo el erizo un sabado frío, cuando llamó a la puerta del buho. Se sentó y se puso a arrugar el mantel por lo alterado que estaba.
—Aja —dijo el buho y asintió con la cabeza, mientras vertia el agua para preparar la manzanilla.
—No puedo dormir.
—Ya lo veo —respondió el buho.
—La salamandra tampoco puede dormir —agregó el erizo—. Y el oso tambien está despierto.
—¿El oso? —preguntó sorprendido el buho.
—Igual que el lirón. Ya ves, hasta el lirón está despierto. El oso ha estado todo el día construyendo una aeronave con él.
—¿Una aeronave? —dijo el buho sorprendido.
El erizo asintió, moviéndose en su asiento. Seguía arrugando el mantel.
De repente, el buho perdió la paciencia.
—¡Erizo, deja de arrugar mi mantel! ¿Y sobre que estás divagando?
—El haditerrible —suspiró el erizo—. ¡Vamos a ir a buscarla!
—¿A buscarla? —ululó el buho—. ¿Pero por qué?
—¿Y si le sucediera algo desagradable en el camino? ¿Y si cayera un rayo en su tetera? ¿O si alguien la secuestrara? ¿O la hechizara? Y si…
—¡Un momento! —dijo el buho—. El haditerrible se fue a su casa porque echaba de menos a sus hermanas, primos y tías. Y puede ser que incluso a su bisabuela.
—¿A la bisabuela? —exclamó el erizo—. Pero si tu mismo me dijiste que no dice más que palabrotas y los dos sabemos que no tiene ni pizca de paciencia.
—Si, pero…
—Solo tú sabes donde viven las haditerribles —dijo el erizo con una mirada suplicante—. Necesitamos tu ayuda.
—No, no y no —se opuso el buho.
Fueron interrumpidos por un estruendo que provenía del exterior. Por un zumbido y un traqueteo. Que estaba cada vez más cerca. Y cada vez más fuerte.