El haditerrible en el Bosque Furioso, de Jana Bauer
Un día aterriza en el blanco del Bosque Furioso una tetera pequeña. Los asombrados animales descubren que en este medio de transporte acaba de llegar a su bosque una pequeña hada traviesa que frunce las cejas y está muy enfadada. Enseguida se dan cuenta que se diferencia mucho de otras hadas, ya que «arma jaleo, alborota, grita, malcría a los jóvenes y dice muchas palabrotas». Pero no pueden ni imaginarse de qué manera su llegada cambiará sus vidas.
El haditerrible en el Bosque Furioso es una entretenida historia sobre lo diferente que uno puede parecerles a los demás y la amistad que a pesar de todo puede unirnos. El libro ha quedado finalista de los más reconocidos premios literarios eslovenos, ha obtenido el reconocimiento de literatura infantil la «Pera de Oro», y además de haberse ganado innumerables lectores eslovenos, ha sido traducido al croata, polaco, lituano, islandés, turco y español. También ha sido adaptado al teatro de títeres.
Aquel nublado sábado volaba hacia el Bosque Furioso algo extraño. Algo realmente extraño.
—Una bomba —logró suspirar la ardilla cuando miró al cielo. —Viene hacia nosotros. —Salió disparada directa hacia la casa del búho. —¡Una bomba! —gritaba alterada.
—¿Cómo? —preguntó el oso que justo se encontraba en la casa del búho, sorbiendo té.
—Una bomba —apuntaba con su pequeña una hacia el cielo la ardilla, completamente fuera de sí.
—¡Este es el fin! Adiós, Bosque Furioso.
El búho, asombrado, miro hacia arriba: —Pero, ¿qué podría ser eso?
—No es un pájaro —razonaba el oso mirando al cielo. —Tampoco una rana, un ratón o un topo.
—¡Qué extraño! —asentía el búho.
—¡Pero si os estoy diciendo que es una bomba!—chilló la ardilla. —Y hoy en día, estas tienen costumbres muy estúpidas. ¡T-e- r-e-v-i-e-n-t-a-n! —La ardilla se alejó corriendo.
—A mí, más bien me parece una pera — seguía opinando el oso. —Una pera llevando un erizo.
—Sin embargo —dijo el búho disconforme— no es normal que las peras sean de tantos colores y los erizos tan… tan…
—¿Parecidos a las teteras? —le ayudó el oso.
—Es un globo —exclamaron cuando el objeto volante se acercaba aún más .—Un globo pequeño y remendado que en lugar de un cesto lleva una pequeña tetera.
El globo empezó a aterrizar. La tetera chocó contra el suelo del bosque. ¡PLAF! El viento del sur lo fue arrastrando sobre las raíces salientes de la tierra. ¡TRAS! ¡TRAS! ¡TRAS! Se estaba golpeando bien fuerte. Dentro de la tetera empezaron a oírse unas palabrotas. El oso y el búho pudieron escuchar claramente una diminuta voz enojada: —¡Au, esto duele! ¡Maldito viento del sur! ¡Párame de una vez!
El globo se enredó en las moras espinosas y la tetera se paró. Cuando la tapa se abrió ruidosamente, empezó a salir un ser menudo. Fruncido. Enfurecido.
Con un vestido de verano y un gorro del que salían una especie de dos horcaduras. —¡No eres sino una maldad hinchada! —y la pequeña apretó el puño y dirigió sus amenazas hacia las copas de los árboles donde se columpiaba el viento. —Menos mal que era yo la que estaba en la tetera y no mi bisabuela, ¿sabes? Apuesto que a ella jamás le hubieras golpeado tan fuerte. ¡Eres un desvergonzado! Porque ella te hubiera cogido por la cola y te hubiera desatado todos los nudos.
La pequeña se arregló el vestidito y se tocó las horcaduras de la cabeza. Se acordó de la bisabuela y de sus tazas de porcelana con los bordes tan finos como el papel, que llevaban en el fondo la imagen de la reina.
—Porque esto fue lo que hizo con el viento del norte. ¡Para que te enteres! Y solo por haberle soplado un poco de tabaco de su pipa. ¿Has oído? U-n-p-o-c-o-d-e-t-a-b-a-c-o.
El búho y el oso observaban al ser enfurecido en silencio.
—¿No es ella una de las haditerribles? —observó el búho después de un rato. —No me acuerdo muy bien, pero se meten con los vientos por algo.