Y el dragón se comió el sol, de Aksinja Kermauner
DRAGONES, MADRASTRAS
El dragón es viejo y totalmente escamoso; en su piel se puede atrapar el blanco más puro. Se me queda mirando a los ojos desde muy cerquita. La vivaz pupila del reptil me analiza despacio.
¿¿Un dragón blanco??
No estoy seguro del todo; ¿es esta una versión agresiva o pacífica? Por si acaso, me quedo totalmente inmóvil.
Con un chirrido, abre su gigantesco hocico. Como si frente a mí se extendiese el mayor agujero negro del espacio. ¡Ups! Tenso los músculos de las piernas. Aunque ya es un pelín tarde para escapar. Siento las primeras gotas de sudor en la frente.
Una idea recorre mi cerebro: si al menos consiguiera una sola escama de dragón…
Estiro el brazo.
El dragón abre aún más su cavidad, si es que es posible, y dice:
—¿Qué pacha, tronco? ¿Te está entrando el cague?
Su cálido aliento me resopla en la cara y me despierto bruscamente.
—Obviamente han apagado el aire acondicionado —habla Kris a mi lado—. Ha empezado a hacer calor en un instante.
Lo miro con los ojos abiertos de par en par. ¿Ahora el dragón se ha camuflado en mi propio padre o qué? ¡Qué retorcido! Obviamente la bestia tiene también poderes mágicos. Después, me despejo. Tomo conciencia de que estoy sentado en un cómodo asiento, y a mi lado, nada de población dragontina; estoy sentado… sentado… en un avión, ¡en un avión a China! ¡¡¡Vamos!!!
Bueno, primero hasta Estambul, y luego seguimos hacia Pekín. Y en tren a Xiˈan. Y Luoyang y Dengfeng y Shanghái y Tongli y Suzhou…
¡Suzhou! Rápidamente echo mano al bolsillo y abrazo con la palma la lisa madera de mi querido instrumento. La familiar superficie me devuelve una caricia tranquilizadora. Por supuesto que sigue estando ahí.
—Voy a dar una vuelta, Sunčan. Tengo que estirar mis viejas piernas; ya sabes, la trombosis —me dice Kris.
¿Kris y trombosis? ¡Kris e hipocondría, quizás, jaja! Creo que todavía no ha estado nunca enfermo. Mi viejo, a pesar de su avanzada edad de treinta y cinco años, es un buen tipo, de verdad; mis amigas y compañeras de clase van detrás de él. Cuando vienen de visita, hablarían solo con él, yo sobro por todos lados. Con sus inocentes ojos azules y su pelo largo, parece un jovenzuelo; un fósil de los tiempos del musical Hair, de los jipis, de Pink Floyd… lo último me lo ha transmitido a mí, por otro lado. «Y su adorable confusión», dijo la última vez una Tina exaltada del todo. La hubiera hasta mordido, pero, para mí, que es completamente incomestible. ¿¡¿Su adorable confusión?!? No sé cómo su confusión podría ser adorable. Hace poco, en una visita al teatro, me golpeó tan fuerte contra la pared del váter con su despiste que vi todas las estrellas de la galaxia de Andrómeda, incluidas las que ni siquiera se pueden observar, sobre todo si estás prácticamente ciego. Cuando, en casa, Valerija vio mis recientes marcas, se puso fuera de sí. Le prohibió que me llevase a cualquier lado hasta que el chichón no me desapareciese.
—¡Van a decir hasta que te pegamos en casa! —refunfuñaba—. ¡Y luego los servicios sociales, las suspicacias, las malvadas madrastras, etcétera etcétera!
Valerija es realmente mi madrastra, pero no se aleja en nada de la representación de la mejor madre del mundo. Hace siete años, cuando pillé el fatal herpes zóster, mantuvo unida toda la familia, porque a Kris casi se le va la pinza. Cuando pensaba que no lo oía, lloraba sin parar. Una tortura.
Pero, ¿por qué está tan rara últimamente? ¿Tal vez por que nos vamos justo a China? Tiene esto alguna relación con mi… mmm… con mi verdadera…
Esto es de verdad poco común. Mi padre nunca había querido hablar de esta tierra, callaba ante mis innumerables preguntas.
—Por Valerija, ¿sabes? —me aclaró una vez que terminé por acosarlo demasiado—. A veces, a duras penas soporta todo esto.
Y luego hace medio año de repente anuncia que su liceo va a organizar un viaje para ver un eclipse solar total que será excepcionalmente largo: ¡durará hasta cinco minutos! Y como esto es algo tan insólito y especial y extraordinario y esto y lo otro, vamos para allá juntos. Definitivamente. Sería inadmisible que unos amantes de la astronomía así se perdieran esto.
Desde entonces se ha instalado en él una especie de vida nueva, mezclada con un trémulo nerviosismo. Se ha vuelto aún más distraído, si es que eso es posible. ¿Qué ha ocurrido? ¿Las expectativas de volver a visitar China le han hecho perder el norte?
Valerija reaccionó agitada a la noticia. Durante unos días lo único que hicieron fue pelearse. Y luego, el silencio. Eso fue aun más difícil de sobrellevar. Después de diez días de morros y silencio, llegó un engañoso y frágil periodo de paz. Muy frágil, de hecho, pues bajo la fina superficie de la educación y las reservas todo bullía. ¡Para mí que este paréntesis de doce días les vendrá mejor que bien! A todos nosotros, de hecho. Tenemos que dar descanso a nuestros nervios. Tenemos que descansar los unos de los otros.